Voy a admitir algo, yo juzgo a los libros por la portada y
no me refiero metafóricamente, sino literalmente, en la literatura, si no me
gusta la tapa de un libro, no lo leo… no solo la tapa, sino también el nombre
del libro, el nombre del escritor o (en el caso de que en el libro salga una
foto del autor) la cara de la persona que lo escribió. Pensaran que soy un
boludo bárbaro, que una cosa no tiene nada que ver con la otra y si ya lo sé,
pero así soy yo y no me importa lo que digan.
Hay excepciones a esto, por ejemplo, si alguien me
recomienda un libro acepto la recomendación, o si alguien mucha gente habla del
libro también lo leo como para no quedar afuera, o en el caso de que se filme
una película inspirada en el libro y sea muy famosa leo el libro antes de ver
la película como para hacerme el hipster y decir “esa salió de un libro” o
cosas así, pero hay un motivo por el cual me dan muchísimas más ganas de leer
un libro que jamás me intereso, puede sonar caprichoso, pero es que prohíban el
libro.
Y voy a contar una anécdota, cuando tenía 12 o 13 años,
dentro de mi familia se volvió muy famoso un libro. Mi padre lo leyó, le dijo a
mi madre que estaba muy bueno el libro, por su puesto mi vieja también lo leyó,
se lo recomendó a mi tía y ella a su marido y después lo leyeron casi todos los
adultos en mi familia.
El libro jamás me llamo la atención, en lo mas mínimo y jamas lo hubiese leido, una
pintura de Eva sosteniendo una manzana ilustraba la tapa cosa que no me gustaba
porque parecía viejo, y el nombre me sonaba a “El Alquimista” de Paulo Coelho
que jamás me gusto y el nombre del autor tampoco me decía nada y para colmo era
difícil de pronunciar y ni hablar de la cara del tipo, tenía pinta de peluquero.
Que sabrán los peluqueros de escribir libros pensé.
Por curiosidad, el hecho de que a todos les gustara tanto
hiso que le empezara a dar bola, le pregunte a mi madre de que se trataba el
libro. Como es costumbre en los padres mi vieja no me respondió la pregunta si
no que me dijo otra cosa: “ese libro no es para vos, todavía sos muy chico” a
lo que yo interprete como “te prohíbo que leas eso” que en mi inconsciente se
tradujo como “cuando nadie te vea sácalo del estante y leelo a escondidas”.
Y leer un libro a escondidas no es lo mismo que leerlo así
nomas como quien no quiere la cosa. Cuando uno lee un libro que se lo
prohibieron más que leer la historia uno hace un trabajo detectivesco. Trata de
encontrar de entre las páginas eso que los demás no quieren que sepas, le
prestas mayor atención, tal vez hasta le das bola a cosas que se te hubieran
pasado por alto.
¿Es la temática sexual del libro lo que mi madre no quiere
que sepa? ¿Quizás es que no quiere que vea el lado oscuro de la iglesia cuando está
tratando de formar una familia cristiana? ¿O tal vez es el claro desprecio
hacia las mujeres que el autor expresa lo que mi vieja no quiere que adopte
como comportamiento? ¿O es que quizás son
las palabras raras que no conozco las que no quiere que aprenda? ¿O que? ¿Que hay
ahí dentro?
El ojo crítico se vuelve maestro y sacamos cada palabra,
cada oración, cada capítulo, y lo leemos una vez, dos, tres… diez veces
tratando de encontrar eso que los demás no quieren que encontremos dentro de
ese mundo de papel y tinta.
Y yo pensaba que era cosa mía, ese espíritu de punk que no
acepta que me digan que hacer y que no lo que me llevo a sacar el libro a
escondidas. Pero después de hablar con gente, y de ver entrevistas a famosos
escritores que admiro, me doy cuenta de que esto no es solo mío si no de
muchos.
Hace poco volví a leer “El Anatomista” por Federico Andahazi
y la verdad que bajo bastantes escalones en la lista de libros favoritos. Pero
no en la de los libros que me cambiaron el bocho. Me hiso darme cuenta que en
los libros hay muchísimo más que historias o cuentos. Hay algo mas dentro de
cualquier libro que tal vez nos puede cambiar para siempre y que tal vez no sabríamos
que esta hasta que alguien nos lo haga saber con frases del estilo “Sos muy
chico para leerlo”, “Dame ese libro que no es para vos”, o escondiéndolo, o prohibiéndolo
a través de leyes… Por eso cada vez que veo algo parecido a alguna prohibición de
la literatura sonrío… a alguien le está por salir el tiro por la culata.
¡¡Si si, prohibime que me gusta!! haha
ResponderEliminarAsí se da el genial fenómeno que tan bien describiste, y que consiste en terminar resaltando aquello que se quiere esconder o ignorar a partir del método que parece más eficaz: la prohibición.
Y lo más interesante, como también hiciste notar, es que pasa tanto a escala hogareña como a escala social.
Ejemplos del primer caso son un nene (con afición al punk y la pirotecnia) que decide leer lo que 'no debe'; o mi mamá en su infancia ojeando las novelas/revistas de contenido romántico que no le dejaban leer. Ella se preguntaba si sería por ese extraño verbo desconocido y de apariencia sospechosa...'platicar'.
Por otro lado, en una escala macro, tenemos casos como la obra Salomé de Oscar Wilde, que por su contenido homo-erótico tuvo que ser modificada antes del estreno. Según dicen, más entradas vendió el escándalo que la calidad de la pieza.
Otro caso es el nacimiento del cocktail, que de acuerdo a algunas versiones, apareció durante la Ley Seca. Así, con un poco de jugo de naranja se disfrazaba el vodka, y para no dar la nota...en lugar de pedir un trago, se pedía que pasaran "el destornillador".
En fin, no son los únicos hermosos ejemplos todos de tiros y culatas que existen. Y por suerte, creo que tampoco los últimos :D no?